Efemérides.- Fallecimiento de Antonio Martos Estrada

Fecha publicación en la web: 30/06/2020 | 1.411 Visitas

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Cuando en la mágica noche del Jueves Santo Antonio Martos cogió por última vez el martillo del trono de Nuestro Padre, justamente en su Fuente Arriba, las lágrimas de los que fuimos testigos de aquel instante empezaron a despedir a nuestro hermano.

Su fallecimiento meses más tarde provocó una de las más multitudinarias manifestaciones de perotes de todas las latitudes. En pocas ocasiones se vaciaron las casas de los casi catorce mil vecinos del «Lugá» para rendir un sentido homenaje al que por encima de todo fue un hombre bueno de espíritu noble.

Hijo de Diego y de Antonia, nació en la madrugada del 6 de noviembre de 1942 en la calle Cantarranas n.°3, de Álora. Del inmenso amor que le profesó a su ciudad natal da fe la siguiente frase, que llegó a hacer famosa: «No cambio la Gran Vía de Madrid por la Fuente Arriba».

Hizo el Bachillerato Elemental por libre en la academia que regentaba don Alfonso Navarro, Bachillerato Superior y Preuniversitario en el Colegio Sacromonte de Granada, Derecho en la citada ciudad de los Cármenes, y Dirección de Personal en L.C.A.D.E. de Madrid. En Toledo realiza la Milicia Universitaria saliendo con la graduación de alférez.

En octubre de 1967 contrae nupcias con doña Francisca Batanás Gil, fruto de cuyo matrimonio son sus dos hijos: Diego, que es abogado, y Cristina, que también cursa Derecho.

Fue alcalde de la ciudad que le viera nacer, desde el 30 de junio de 1977 hasta el 15 de febrero de 1979. Encabezó la candidatura de U.C.D. en las municipales de 1979, siendo desde esta fecha hasta 1983 Concejal del Ayuntamiento de Álora y Diputado Provincial. Desempeñó el cargo de Juez sustituto en los Juzgados de Distrito de Álora y Coín, y Juez de Paz de Álora, al transformarse su Juzgado de Distrito en Juzgado de Paz.

Y si Álora fue su amor general, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de las Torres se convirtió, sin lugar a duda, en su devoción particular. Desde muy joven fue miembro de las diferentes Juntas de Gobierno desempeñando entre otros, los cargos de Teniente Hermano Mayor (1988-1991) Vocal del Consejo General (1991-1995), aunque lo que verdaderamente deseaba, según propia confesión, era ser «nazareno de vela». El General Jefe de la Brigada Paracaidista, en atención a los muchos méritos que en el concurrían, le nombró el 17 de marzo de 1977 Caballero Almogávar Paracaidista de Honor. Su vinculación a la Hermandad se perpetúa hoy en la persona de su hijo, que ostenta el cargo de Secretario de la misma.

Confortado con la Extremaunción, Antonio Martos Estrada entregó su alma a Dios el 9 de julio de 1995.

Desde estas páginas la Hermandad vuelve a agradecer las innumerables muestras de condolencia que recibimos por tan irreparable pérdida.

Seguidamente se reproducen las palabras que en su funeral dirigió a los presentes Antonio Vergara colaborador incansable de esta revista y sobre todo amigo y compañero del difunto en las actividades municipales desde 1979 hasta 1983.

«Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, Temprano estás rodando por el suelo.»

Queridos hermanos:

Si los hombres que todavía firman un contrato con un simple apretón de mano no murieran, Antonio no habría muerto. Si los hombres que se ponen la sonrisa a flor de labios, la sencillez por montera y el corazón en la mano no murieran, Antonio no habría muerto. Y si los hombres que llegado cierto momento, anteponen el amor a su pueblo al de cualesquiera siglas no murieran, -y de ello fui testigo directo en más de una ocasión en los años comprendidos entre 1979 y 1983- Antonio no habría muerto.

Pero, como decimos coloquialmente, la muerte tiene buen «quijá», no entendiendo ni de Reyes ni de Papas como bien representa el famoso cuadro de Valdés Leal. Y así Antonio, que empezó a morirse a chorros hace un par de años aproximadamente, terminó ayer por morírsenos del todo.

Antonio fue el hijo que quisieron tener muchas madres, el padre que anhelaron muchos hijos, y el gran amigo con el que muchos soñamos y algunos tuvimos la suerte de encontrar.

Por ello, no son sólo dos números de la Plaza de la Fuente Arriba los que hoy rezuman infinita tristeza, sino todos los números de todas las calles de toda la ciudad. ¡De luto Álora! ¡De fiesta el cielo!

Ese cielo, querido Antonio, que ya es tu patria y heredad y en el que ansío vivamente reencontrarme contigo un día, mientras hoy no me quede más remedio que despedirme de ti con estos sentidos y bellísimos versos, al igual que los anteriores, del poeta oriolano Miguel Hernández:

«A las aladas almas de las rosas del almendro de nata le requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero,»

Revista Nazareno de las Torres, año 1996

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