Efemérides.- Ordenación Sacerdotal de Tomás Suárez Fernández

Fecha publicación en la web: 12/09/2019 | 5.486 Visitas

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A los 25 años, y después de una brillante trayectoria académica y humana, Tomás Suárez ve cumplida su ilusión de siempre: ser sacerdote de Cristo y de la Iglesia.

Esta Archicofradía que, durante su larga historia, ha contribuido a la Iglesia de Dios con un buen ramillete de hijos sacerdotes, vuelve a tener la dicha de que uno de ellos, el joven Tomás Suárez, fuera ordenado Ministro de Cristo, en la tarde del 17 de junio, nada menos que en el incomparable marco parroquial de los Santos Mártires. Tomás Suárez Fernández se une a los nombres de otros sacerdotes cofrades como Lope Casermeiro, Miguel Díaz, Leandro Romero…

Hasta llegar al gran día, donde Tomi se entrega a la Iglesia y al de los cristianos de valde y con todo lo suyo, siguiendo el ejemplo del histórico obispo González García, el camino fue duro y largo; atrás quedan los inicios cuando en 1983 y bajo la dirección espiritual de don Salvador Montes, entra a formar parte del reiniciado Seminario Menor, cantera de posibles vocaciones, en la que empezó como discípulo y terminó como maestro, actuando de monitor y formador desde 1989 a 1994.

En 1987, a los 17 años, comienza su experiencia vocacional, simultaneando sus estudios de C.O.U. con el curso de Preteologado. Un año más tarde decide empezar Teología, formación que compaginó con excelentes resultados a su preparación pastoral en las parroquias de San Juan de Dios, en Málaga, y en los pueblos de Coín, Monda y Alhaurín el Grande, donde coincide como ayudan te del que había sido su párroco de toda la vida don Francisco Ruiz Salinas.

Terminados los seis años de Teología y superando con brillantez su correspondiente licenciatura, es destinado como colaborador a la parroquia malagueña de El Salvador. Es ordenado Diácono el día de San José de 1994, donde además de los amigos de Álora acuden multitud de vecinos de todas las localidades por donde había pasado.

Una vez Sacerdote, toma posesión como párroco de Nuestra Señora de la Oliva, en Mollina y del Santo Cristo de la Misericordia, en Humilladero el día 12 de septiembre de 1995, casi recién llegado de su experiencia veraniega en las lejanas tierras del Perú (Lima), donde compartió con los más marginados los primeros meses de su ministerio.

Tomi es fiel ejemplo para muchos jóvenes que emprenden entusiasmados el camino sacerdotal, sabe infundir desde el presbiterio la grandeza que la mano de Dios Nuestro Señor un día puso en su vida, sus armas preciosas son una actitud de servicio descomunal y una destacada humildad, que infunden un entrañable respeto.

Buenas muestras de sus cualidades las comprobamos en la primera misa celebrada en nuestro pueblo el día del Corpus Christi, 18 de junio, Lean si no la homilía que pronunciaba el reverendo don Manuel Ángel Santiago Gutiérrez, vicerrector del Seminario de Málaga:

«Mis queridos hermanos sacerdotes, queridos Fernando, Anita, Maria y Fernando, seminaristas, muy querido pueblo de Alora:

Hoy nos hemos congregado en esta parroquia de la Encarnación, donde Tomi, nació a la vida nueva de Dios por medio del bautismo, donde fue alimentado por primera vez con el Pan de la Eucaristía, donde poco a poco ayudado por muchos de vosotros, Tomi fue creciendo y madurando como creyente y fue descubriendo cada día más el rostro de Cristo, un Cristo encumbrado en la montaña, Señor de las Torres, presidiendo y velando por su pueblo y familia, un Cristo del Evangelio que tiene palabras de vida eterna (Jn 6, 68), palabras de bienaventuranzas (Mt 5,3-12).

Hoy aquí, en esta tierra bendita de la Virgen de Flores, en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, Tomi preside la Eucaristía como sacerdote del Señor, sacerdote del pueblo, para hacer felices a los pueblos (don Manuel González). Esta es su misión, misión que ha de realizar al estilo de Cristo, entregando la vida por los demás, siendo pan partido que sacie el hambre de Dios que tantos hombres y mujeres tienen. El Evangelio de hoy nos lo recuerda: ante la muchedumbre hambrienta y cansada, Jesús nos invita a no pasar de largo ante las necesidades de los demás, sino a remediar con lo que tenemos, aunque sea poco el sufrimiento, la miseria o indigencia de los demás (Lc 9,11b-17). «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos surgen, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (GS 1).

El sacerdote es por excelencia el hombre de la Eucaristía, sacerdote «hostia», hecho Eucaristía, como decía don Manuel González Eucaristía vivida como encuentro con Cristo Resucitado, que nos capacita para ser sus testigos en el mundo. Eucaristía, adorada, contemplada en el silencio como fuerza que transforma y santifica, como fuente inagotable de dinamismo evangelizador y de entrega generosa en favor de la construcción del Reino de Dios a quien el sacerdote ha de servir con todas sus fuerzas. Eucaristía celebrada como sacramento de unidad, pues no se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y quicio la celebración de la Sagrada Eucaristía, por la que se ha de comenzar toda educación del espíritu comunitario, sacerdote eucarístico servidor de la comunión eclesial, humilde y fiel a la Palabra de Dios con la que se alimenta y alimenta a su pueblo, mostrando Cristo como Camino que conduce al Cielo, Eucaristía ofrecida en sacrificio de alabanza, uniendo su suerte a la suerte de Cristo crucificado, para llevar la redención a todos, de manera que el sacerdote pueda decir como San Pablo: «Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi» (Gal 2, 19-20) y,: «Todo lo tengo por basura con tal de alcanzar a Cristo» (Flp 3, 7.17), «para ello es necesario ser como el grano de trigo, morir a todo el que no es Dios y su Reino para tener vida en abundancia» (In 12, 24).

«El sacerdote, imagen del Buen Pastor, ha de hacer donación total de sí mismo, desposeído de todo, tierra despropiada por Dios para ser tierra de todos y cada uno de los que se acerquen a l» (Jn 10,-18). Su vida ha de ser como un hogar con las puertas siempre abiertas, donde los niños y jóvenes encuentren un modelo de vida, una palabra cercana que les muestre a Jesucristo Verdad que les hace libres, donde los matrimonios encuentren un compañero de camino que les recuerde que Dios es Alianza eterna, donde los ancianos y enfermos sientan la presencia del cielo y las manos amigas que le ungen en el nombre del Señor para aliviar sus sufrimientos, donde las familias que lloran por la muerte de un ser querido encuentren una palabra de vida, de esperanza y de consuelo, en definitiva, donde todos y cada uno, los de lejos y los de cerca, vean reflejada en la vida del sacerdote a Dios, porque Dios es diálogo y encuentro de amor fuego que no se consume y abraza al hombre que se acerca a Él.

«Dad gratis lo que hemos recibido gratis» (Mt 105-14), ser ministro de Jesucristo lleva consigo la conciencia agradecida y gozosa de haber sido escogido gratuitamente por el Señor como «instrumento vivo» de la obra de la salvación, llevamos un tesoro escondido en nuestras pobres vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros (2 Cor 4, is). Amor sólo con amor se paga y precisamente este tesoro de amor que llevamos dentro, más que cualquier otro amor, exige correspondencia, entrega absoluta de cuerpo y alma, sin límites, grandeza de corazón, vigilancia para la fidelidad, pobreza, humildad y sencillez para vivir siempre en alegría, servicio y alabanza (Mt 24, 45-51; 25, 1s).

Pero solamente el sacerdote si ama y sirve a Cristo, si vive íntimamente unido a su Señor como el sarmiento a la vid dará fruto en abundancia (Jn 15, 1-17), su vida y su palabra serán un horno encendido en el amor, será Evangelio Vivo con pies de cura (don Manuel González), fuerza inagotable de evangelización.

Hoy estamos verdaderamente de fiesta, pero nuestro canto festivo de alabanza y acción de gracias no se dirige a la persona de Tomi, sino a Aquel que desde el seno materno le llamó y le ha con sagrado para ser en medio del pueblo signo de su presencia (Jer I. 4.10), pues el sacerdote hace visible a Cristo entre sus hermanos como Buen Pastor y Cabeza de su Iglesia (PDV 21). Nuestro canto de alabanza es a ese Dios que ha derramado su gracia sobre Tomi, el Espíritu del Señor está sobre él, Dios lo ha ungido con la fuerza del Espíritu Santo para dar la Buena Noticia a los pobres y proclamar el año de Gracia del Señor (Lc 4.18).

Sí Tomi, Dios te ha mirado, con ojos de infinita misericordia y bondad, su ternura será tu fortaleza en los momentos difíciles y de cruz. Desde siempre y para siempre ha sellado Alianza de amor eterno contigo, El siempre permanece fiel, aunque pases por cañadas oscuras, no temas, Dios hasta (Sal 22). Eles cercanía en la soledad y en el silencio de la noche, en medio de la tempestad, Dios es Paz y sosiego.

Tomi, tu vocación es un don de Dios, un regalo que Dios nos ha concedido a la Iglesia de Málaga y que junto contigo queremos agradecer al Dios Padre Bueno, porque la alegría en el Espíritu es alegría de toda la Iglesia y a la vez con Jesús queremos orar a Dios repitiendo sus propias palabras en su oración sacerdotal: «Padre, le rogamos por Tomi, guárdalo del mundo, para que estando en el mundo no sea del mundo y se pierda, haz que sea completamente luyo por medio de la verdad y pueda llegar a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que Tui le has llamado y enviado y que le amas a él, como a todas tus criaturas» (Jn 17).

Manuel Ángel Santiago Gutiérrez

Revista Nazareno de las Torres, año 1996

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